El Diablo Del Último Tren

El Diablo Del Último Tren

Así le llamo yo a uno de mis viejos enemigos íntimos, aunque creo que lo es de casi todos, al menos en nuestros principios. Es esa ansiedad que te atrapa cuando la vela traspasa la resistencia y la ves crecer de manera casi incontenible.

«¡Se va, se va sin remedio!» piensas, «¡se escapa y no volverá!» y te lanzas locamente a comprar a mercado. En mi caso era como si un diablillo burlón me sacase la lengua desde un último vagón tras el que yo corría sin poder nunca alcanzarlo.

Eso que puede pasar en un minuto, en una hora o en un día, invariablemente acaba siempre del mismo modo: compramos y, no sabemos por qué extraño embrujo, la cotización se frena, la vela se gira y empieza el descenso. ¡Compramos en máximos! Y ahí estamos, empapelados, en bajada y con cara de tontos. Y el maldito diablo muerto de la risa.

Entonces te das cuenta que no era el último tren y que el demonio burlón, ese que siempre opera en nuestra contra, te ha vuelto a timar.

¡Compramos en máximos! Y ahí estamos, empapelados, en bajada y con cara de tontos. Y el maldito diablo muerto de la risa.

No hay últimos trenes. Jamás los hay. Siempre hay otro buen momento para comprar. Y si ese tren se fue, no corras tras él y espera al próximo. A mí me costó aprenderlo. Pero, al final, ese pequeño diablillo acabó enjaulado. Sigue gritando, pero he aprendido una palabra mágica para hacerlo callar: «pull back«.

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